A la una y cuarto de la tarde, el 1 de julio de 1979, empezó a llover suavemente en el pueblo manchego de Valdepeñas (Ciudad Real), y así siguió hasta las tres y diez. De repente, a esa hora, esa ligera lluvia se convirtió en un impresionante aguacero, en medio de una gran tormenta eléctrica, algo terrorífico, no paró hasta las ocho menos cuarto.
Cuatro horas y media lloviendo de una forma extraordinaria, unos 150 litros de agua por metro cuadrado, con un resultado final de 21 muertos y 30 heridos.
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